Gotas de sangre yo
he visto
derramar por donde
pasas.
Mucho dolor
contenido,
aun sin mediar
palabra.
Serenidad en tu
rostro,
bendito donde los
haya.
Y con tu andar
lastimero
a todos tus fieles
callas.
Con fe, todos
esperamos
la cruz que carga tu
espalda,
y en tu ayuda nos
volcamos
cual Cirineo a tus
andas.
¡Gran Poder de mis
amores,
Trinidad de Dios en
Camas!
Devoción desde
pequeño
cuando miraba tu
estampa.
No faltabas en mi
pecho
y en mi cartera ya
estabas,
y en fotos de mi
familia,
como testigo de
cama.
Mi ilusión de Jueves
Santo
desde horas muy
tempranas.
Cosquilleos, risas y
nervios
al colgarme tu
medalla…
que desde allí te
pensaba,
y soñando desde
siempre
que algún día lo
visitaras.
Te he visto subir la
cuesta
que entonces nos
separaba.
La única imagen de
Dios
que de siempre me
acompaña.
Y de repente...despierto,
consciente de donde
estaba.
Empezaba rituales,
no quería ni beber
agua.
Pero un pellizco de
dentro
me decía que te
buscara.
Tu sangre, tu
rostro, tu cruz,
tu túnica y mi
medalla…
Volvía corriendo a
la cuesta,
desde aquella, mi
atalaya.
Tu madero no veía,
tus manos dulces no
estaban.
¿Dónde estás, mi
Gran Poder?
Que en la turba te
buscaba.
Mis ojos lloran
desnudos
bajo este antifaz
que tapa.
Y no te podía
encontrar
con tal tumulto a
tus plantas.
Pero, al fin, pasé
en silencio,
con una mirada larga.
Y tu Madre, allá a lo lejos,
nos observa, siempre cauta.
Que como Madre de Dios
es limpia, pura y gallarda...
“Mi niño del Carambolo,
Coge tu cirio y avanza,
Que esta tarde ya lo espera
Toda mi gente de Camas”.
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